Durante toda mi vida, las lecciones más importantes que he aprendido siempre han implicado algún tipo de sufrimiento. Creo que porque el sufrimiento me hace plantearme las cuestiones que de verdad importan… el tipo de preguntas que me fuerzan a mirar hacia el interior. Todos nosotros sufriremos cosas distintas durante nuestra vida y una de las experiencias más constantes y recurrentes en la mía era la soledad. Aunque para empezar no se me aparecía como soledad: aparecía como deseo, un anhelo en mi adolescencia de querer dejar atrás todo y a todos los que conocía… de extender mis alas, viajar por el mundo y conocer nuevos países, lugares, personas y situaciones. Era casi como si hubiese algo profundo dentro de mí que buscaba y ansiaba encontrar algo que sabía que estaba ahí fuera, y que podría encontrar en esas nuevas experiencias.
En los años siguientes, visité muchos países del mundo y conocí a gente nueva allá donde iba. Incluso me alisté en los Marines Reales, fui a la guerra un par de veces y me dispararon. Ahora, mi insaciable deseo se ha transformado en una sensación de no estar completo. A medida que empezaba a buscar lo que me faltaba, esperé sentirme completo en las relaciones románticas y encuentros íntimos con mujeres pero, como es obvio, jamás lo conseguí. Cuanto más buscaba, a más mujeres dañaba, más mujeres me rechazaban y más vacío me sentía.
Lo que había empezado como un misterioso deseo, una llamada a la aventura y la exploración, me había llevado a sentirme incompleto, dirigiéndome de golpe al centro del barrio en el que lo único que podía explorar era una sensación profunda de soledad. Estaba sufriendo, aunque en silencio, por cómo un hombre que se consideraba duro, que creía que necesitaba que le vieran de cierto modo, ponerse en contacto con alguien y decirle que estaba sufriendo la soledad.
Tenía una familia muy cariñosa, una red de muy buenos amigos, trabajo, dinero en el banco y, por lo general, la libertad de hacer lo que quisiera y, aun así, a pesar de todo, seguía sintiéndome incompleto y desesperadamente triste.
Mientras leía un libro llamado A New Earth de Eckart Tolle en 2022, ocurrió algo que llamaré «intervención espiritual». Leí una frase que decía: «Algo que sí sabemos es que la vida te va a dar la experiencia más útil para que evolucione tu conciencia. ¿Cómo sabes que esta es la experiencia que necesitas? Porque esta es la experiencia que estás teniendo ahora mismo».
Sentía que algo se despertaba dentro de mí y, mientras se revolvía y era cada vez más consciente de sí mismo, me mostraba en mi mente una serie de eventos interconectados, cada uno de ellos llevaba a otro; por qué había tomado inconscientemente las decisiones que me llevaron a los lugares en los que había estado en los momentos adecuados, lo que me había permitido conocer a la gente que debía conocer, quienes influyeron en mi estado mental inconsciente. Ese estado mental era la suma total y en constante cambio de una ecuación infinita, basada en factores externos que me llevaban a un lugar de caos interno y sufrimiento, que me forzaba a plantearme las cuestiones que nacían desde un lugar de autenticidad inamovible.
Verás, lo que buscaba en realidad era comprender que esa felicidad, y lo que me completaría, nunca la iba a encontrar fuera. El lenguaje del sufrimiento consiste de sentimientos y emociones, y mi soledad había sido infligida por mí mismo al buscar sentirme completo en todas partes excepto en mi interior.
Cuando volví a leer esto, me pareció tan obvio… y que tal vez era algo que los demás ya sabían, que yo era el único que no lo había entendido. Pero no puede ser así, ¿no? Si lo fuese, ¿por qué hay tantos otros que siguen atrapados en el bucle autoperpetuado de corazones rotos que sufren, de soledad, de pérdida de seres queridos, de crisis de identidad y otros tantos males humanos?
Me di cuenta de que, si no sufría aquello que me faltaba, ¿cómo me iba a dar cuenta de que me faltaba? Estamos programados para sentir la ausencia de las cosas que deseamos, y tenemos que tener carencias para sufrir; tenemos que sufrir para despertar, y tenemos que despertar para ser conscientes de quiénes, y de qué, somos en realidad, algo que no se puede explicar con palabras, y que solo sentimos una vez que somos conscientes.