Dentro de mí siempre había querido algo más… como si en esta vida hubiese más de lo que me estaban mostrando. Había amor en mi casa (me sentía querido por mi madre, mi hermano y mi hermana) y aun así, sentía que me faltaba algo. Mi padre nunca estuvo cerca, lo que indudablemente contribuyó a mi sensación de malestar, pero también me parecía que había algo más.
Creo que este vacío en mi interior fue lo que me guio inconscientemente a muchas situaciones diferentes a lo largo de mi vida, desde la ira por miedo (lo que alimentó los altercados callejeros armados con lo que supongo que serían otros jóvenes desfavorecidos con hogares desestructurados), hasta alistarme en los Marines Reales con la intención de infligir mi propia versión del dolor y el sufrimiento en otros. Cuando estaba en los Marines, me destinaron a Afganistán, donde prácticamente todos los días había noticias de soldados que morían o quedaban heridos en combate.
En 2007, me dispararon durante un fuego cruzado con los talibanes en Garmsir, al sur de la provincia de Helmand y, por primera vez en mi vida, fui consciente de la mortalidad. Suena raro, pero siempre había visto la muerte como algo que le ocurría a otras personas, o que esperaba poder infligir en ellas. Pero ahí estaba yo, disparado y herido, siendo consciente de mi propia mortalidad. Era en momentos como ese, que se intensificaban por mis experiencias previas, cuando me preguntaba: ¿qué sentido tiene la vida?
Ni siquiera tienes que ir a la guerra, meterte en peleas callejeras o ser testigo de la disfunción entre tus padres para verlo. Lo único que tienes que hacer es poner las noticias para presenciar el aparente sinsentido de la vida, la falta de amor y el sufrimiento que sale en tu televisor.
Esta pregunta se repetía constantemente en mi cabeza, pero, independientemente de cuánto ansiase encontrar la respuesta, esta seguía evitándome. En ese momento decidí que, si iba a arriesgar mi vida a diario, probablemente deberían pagarme más por ello. Dejé los Marines en 2012 para trabajar en el sector de la seguridad privada, en una época en la que era consciente de la profunda soledad de mi interior, lo que me llevó a buscar satisfacción y sentido en mis relaciones con mujeres.
En estas relaciones me di cuenta de que, aunque recibiese amor de maravillosas y hermosas mujeres, siempre sentía que me faltaba algo; y, en el caso de las mujeres a las que yo buscaba pero que no me correspondían, en cierto modo (consciente o inconscientemente) sabían que me faltaba algo, y eso las echaba para atrás. Entonces otra vez me preguntaba: ¿qué sentido tiene mi vida? ¿Cómo se suponía que iba a encontrar la felicidad, cuando con las mujeres que parecía que me querían no me sentía completo, y cuando estaba con las que sabía que me harían sentir completo, algo en mí las ahuyentaba?
Ahora veo más claro que nunca que era el mismo vacío de mi interior el que me guiaba inconscientemente de niño, de joven, como soldado, como amante sin éxito y todo el tiempo hasta la revelación que finalmente me desveló la verdad de por qué yo y todos nosotros estamos aquí.