Chin Up – My Blog

SAMSUNG DIGITAL CAMERA

Como ya he contado, me alisté en el ejército para matar. Uno de los muchos problemas subyacentes que me llevó hasta ese punto fue mi inseguridad: inseguridad de que no era lo suficientemente masculino, de que mi cuerpo no era como debía ser, de que no sabía cómo hablar o estar con mujeres, de que nunca sería suficiente para lo que fuese que había venido a esta vida, y muchos otros temas en los que dudaba de mí mismo. 

Sentía que, al alistarme en el ejército, me convertiría en algo más… parte de algo más que mi yo dudoso e inseguro y, al principio, por lo general, me funcionó. El ejército te desprende de lo que creías que eras antes de alistarte, concepto a concepto. ¿Pensabas que corrías rápido? Hay alguien más rápido que tú. ¿Te creías gracioso? Hay alguien por ahí que tiene más gracia que tú. ¿Creías que eras un tipo duro? Hay alguien mucho más duro, y las personas con las que ha peleado superan a los platos de comida caliente que tú te has llevado a la boca. ¿Vas a la guerra, tienes algunos contactos y te consideras un asesino? Hay gente que ha tenido más contactos de los que tú tienes en la agenda.

Me encantó mi época en los Marines, la gente a la que conocí, las experiencias que viví y el papel que ha desempeñado en mi vida. Sin embargo, cuando me salí y dejé de ser «un marine», comenzó mi crisis de identidad, porque si ya no era «un marine», entonces, ¿quién y qué era? Además, para ser totalmente sincero, no abandoné por completo el ámbito militar. Supongo que algunos dirán incluso que fue más un movimiento lateral, ya que había conseguido permanecer en mi zona de confort en lo que era mi nueva línea de trabajo, al empezar como agente de protección personal, aunque menos en primera línea que un soldado y, aun así, ahí seguían todas mis inseguridades. 

Parece que no había superado ninguno de mis problemas de autoestima, me di cuenta de que me había ocultado tras una nueva identidad que me habían dado («marine» y «soldado») tanto que, de hecho, cuando lo dejé y ya no era oficialmente ninguna de esas dos cosas, seguía siendo el «yo dudoso, inseguro», que buscaba qué era lo próximo en lo que podría sentirme completo.

De nuevo, siempre parezco volver a la misma lección: no se trató nunca de aprender a ser más un hombre, cómo ser mejor con las mujeres, cómo ser más fuerte físicamente… cómo ser más de nada, o cualquier identidad. Sanar nuestras inseguridades solo se trata de ser nuestro yo más auténtico, porque de ese modo es imposible ser inseguros, y es imposible fallar: ya somos todo lo que necesitaremos ser.

Aquí y ahora.

Ir al contenido